Actuamos ahora con el agua, o viene lo peor.


POR SANTOS SALVADOR CUEVAS


Lo que vive el país es alarmante, estamos siendo testigos de la sequía jamás vista en los últimos 20 y tantos años, traducido al buen español, de seguir la tendencia en marcha, la existencia de la especie humana que habita sobre la isla, está en amenaza muy seria de extinción y, lo peor del caso es que, ni de cuenta nos hemos dado.

Las señales son visibles y muy palpables a la vez,  no existe una sola comunidad sobre el territorio nacional, que no sea afectada por la ausencia real de agua, tanto para el consumo en los hogares, como para irrigar la tierra de donde provienen los alimentos de consumo masivo (plátanos,  guineos, yucas, batatas, berenjenas, ajíes, cocos, melones, naranjas, habichuelas, arroces, aguacates, etc.), en fin, la ausencia de las aguas nos ha dado de manera frontal, sin visos a la vista de retroceso, lo que hace más crudo y dramático el escenario, pues sin agua, ni tendremos productos alimenticios, ni tendremos salud ni vida.

Los técnicos con competencia para opinar, informan que: “al día de hoy, el agua de los embalses alcanza los 314 metros, cuando el mínimo permisivo son 320”, y, dado el hecho que “desciende a diez centímetros diario”; si esto sigue así, en los próximos 30 días estará seco el embalse.

Lo anterior debe aplicarse a todos los embalses que son fuentes acuíferas, de donde se abastecen los habitantes del Gran Santo Domingo, El Cibao, el Este y el Sur.

Lo que se nos ha venido encima es peligro y muy penoso; si hace 1 año visito El Cibao, lamento decirle que ya no existe aquella frondosidad que acariciaba nuestra vista ante aquel verde imponente, desde que asomamos la tierra de Villa Altagracia, hasta adentrarnos mas allá del Santiago de Los 30 Caballeros.
No nos damos cuenta, pero se nos va la vida; a menos que el poder de la conciencia nacional se levante a racionalizar las aguas y a legislar para que se eduque al pueblo y se castigue el desperdicio abusivo de agua que, sin control, campea a lo ancho de la nación entera.

Asociado al agua va el cuidado de los bosques, y de nuestras montañas y ríos.

Esta batalla por el agua, esta lucha por la vida, debe ser una guerra prolongada y consistente; en la que ningún dominicano ha de ser indiferente ni indolente tampoco.

Luchamos todos desde ahora por el agua y su preservación, o preparémonos para lo peor...y a corto plazo.
 
 
 Ecos del Sur
 
 
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