WILSON A. ACOSTA S.
Anoche, nos
la pasamos de fiesta con papá. Nos
sorprendió su inesperada visita. Con su presencia ahuyentó de mí la nostalgia de estos días de conmemoración
del nacimiento del Niño Rey. Su abraso
paternal me colmó de alegría.
Llegó a la
hora precisa, luciendo su sombrero de
fieltro, su traje gris recién planchado, su corbata marrón, sus lentes y sus
zapatos negros ¡Siempre negros! Y su
camisa blanca… ¡Siempre blanca! Con su paso moderado, lento. Su sonrisa feliz
iluminando su rostro… Repartiendo amor a manos llenas. Así cruzó el umbral de
nuestra puerta…
La Sena ya
estaba servida, por tanto, él ocupó sin pronunciar palabras su sitio de
costumbre en nuestra mesa, y entonces fuimos tres…
Pareció como si le hubiésemos invitado de ante
mano…Algo así como si lo estuviésemos esperando. ¡Solo se me ocurrió llorar!
Ana lo abrazó con cariño y le dio un beso…
¿Sabían
ustedes? Mi padre tocaba guitarra y cantaba muy bien. Aun ya viejo, de vez en
cuando hacia vibrar las sonoras cuerdas…Hilvanaba canciones del recuerdo y se
echaba a soñar.
-Me miró con
ternura, y me dijo-
He venido a
compartir la navidad contigo, como en los viejos tiempos, cuando yo moraba
entre ustedes, cuando reñíamos o reíamos de tu humor y de tus famosos cuentos.
Quiero oír junto a ti, otra vez las canciones que canté en mi juventud, y que a
ti te gustaban, y que por lo que veo, aun te siguen gustando…
¡Tanta afinidad hubo entre mi padre y yo!
De él mi
temprana afición por el serenateo. De él mi tímida sensibilidad e inclinación
por la poesía. De él mi preferencia por la soledad y la meditación… De él mi
espíritu de conciliación.
Omara
Portuondo junto a Ibrahim Ferrer abrieron el baúl de los recuerdos…Con dos
copas de sidra brindamos ambos por el más inesperado y feliz de los reencuentros.
Quizás no
han de creerlo ustedes, pero no hubo preguntas indiscretas, ni discusiones
sobre su quehacer en la casa iluminada en que ahora mora, para saberlo, solo me
bastó contemplar su figura de ángel y escuchar el decir de sus palabras buenas.
¿Dónde ha de
descansar mi padre que no sea en la casa de Dios?
Aquellas
canciones que de antaño papá cantó en su Neiba querido con alumbrado de faroles
de gas, pero de grandes y románticas lunas en sus madrugadas, inundaron la
pequeña sala haciendo vibrar de multicolores luces su alma blanca.
¡Porque
él
ya es solo una alma blanca, etérea! Es
un Ser de otro mundo, que anoche llegó en un vuelo exclusivo de ángeles
procedente
de la mansión divina, para en íntima
tertulia familiar con uno de sus hijos, celebrar la natividad de
CRISTO, dejandome impreso de por vida el más bello de los recuerdos
terrenales.
Mi madre,
por motivos de edad no concurrió a la cita, ya una hora antes habíamos
celebrado con ella.
La dejamos dormida……